A Sandra, que el martes pasado cumplió 24 años y que además me ha permitido poner una de sus fotos para ilustrar la entrada, y al escritor romántico Washington Irving, por incluir esta historia en sus Cuentos de la Alhambra y dejarlos para la posteridad.
Posesión preciada de unos, ambición deseada de otros...la hermosa ciudad de Granada no deja indiferente a nadie. Pasear por sus calles es volver a un pasado cargado de historia, un pasado íntimamente ligado a los árabes...
Muchos son los monumentos que alberga, pero sin duda, hay uno que resalta por su magnificencia...aquel que un atardecer tras otro al caer el sol se tiñe de rojo: el palacio de la Alhambra.
¿Quién no ha oído hablar del Patio de los Leones, de la Sala de las Dos Hermanas o de los jardines del Generalife? ¿Cuántos han paseado por su interior y han intentado imaginar a los protagonistas de las muchas leyendas que aquí han sucedido?
Una de estas historias es la que hoy pretendo contar...
Hace mucho tiempo, cuando los musulmanes todavía dominaban los territorios conocidos como Al - Andalus, vivía en la Alhambra un monarca de nombre Mohamed, al que sus súbditos conocían como "el Zurdo". Decían de él que no era muy diestro gobernando pues tres veces perdió el trono, pero también era un gran combatiente y tres veces lo recuperó.
Un día, cuando realizaba una expedición por Sierra Elvira, observó a un grupo de guerreros que venían de hacer una incursión en tierras cristianas. Entre los muchos rehenes que habían tomado se encontraban una hermosa joven que lloraba desesperadamente y su anciana aya. Nada más verla, el rey quedó prendado de ella y como gobernante, exigió que le fuera entregada.
La llevó a la Alhambra y allí trató de hacerla su esposa, mas la muchacha se negó y continuó con sus lamentaciones. Viendo que de este modo no podría llegar a ella se acercó a su aya, una discreta mujer de la que no se recuerda su nombre cristiano, y logró convencerla para que hablara con su señora.
Aya y dueña discutieron durante largo tiempo y al final, la joven acabó aceptando la petición de matrimonio del rey por consejo de su amiga. Ambas se convirtieron al Islam y cambiaron sus nombres, pero sólo uno se recuerda, el de la nodriza, que pasó a ser conocida como Kadiga.
A los pocos años, la real pareja tuvo descendencia y de un mismo parto nacieron tres hermosas niñas: Zaida, Zoraida y Zorahaida. Como era costumbre entre los árabes, el monarca marchó a consultar a sus astrónomos, los cuales predijeron que el rey debería tener mucho cuidado cuando sus hijas llegaran a la edad casadera... Tras aquel nacimiento poco pudo hacer la reina por su esposo pues murió un tiempo después.
Cuando las niñas fueron algo más mayores, su padre decidió enviarlas al castillo de Salobreña donde quedaron a cargo de la discreta Kadiga y donde recibieron su educación. Zaida, la mayor, era la más atrevida, Zoraida, la mediana, era la más hermosa y Zorahaida, la más pequeña, era la más tímida y sensible.
El tiempo pasó y las niñas se convirtieron en tres bellas mujeres. Un día mientras la mayor estaba mirando por la ventana hacia el mar, llegó un barco de soldados que traían consigo a tres gallardos guerreros cristianos. Las jóvenes princesas se enamoraron al instante y su ánimo cambió por completo...
Cuando Kadiga se percató de lo que les ocurría envió un mensajero a la Alhambra y el monarca decidió que ya era hora de que volvieran a su lado. Poco antes de llegar a Granada, el cortejo se encontró con unos soldados que llevaban de rehenes a los tres muchachos cristianos. Todos los soldados se arrodillaron ante el paso de su señor a excepción de los guerreros, que casi estuvieron a punto de morir a manos del rey...pero sus hijas intervinieron y cambiaron una muerte casi segura por unos trabajos forzados cerca de la Alhambra.
Una vez en el palacio, el estado de las jóvenes empezó a empeorar con rapidez. Kadiga, conocedora de lo que les ocurría, tuvo una idea: marchó a donde estaban trabajando los jóvenes y convenció a Hussein Baba, su vigilante, de que les pusiera a trabajar cerca de la torre de las princesas.
A partir de aquello su ánimo volvió a cambiar y estuvieron felices durante mucho tiempo...pero un día, los chicos no acudieron al encuentro. Kadiga anunció a las princesas que habían sido rescatados por sus familias y habían regresado a su tierra.
Unos días después, la anciana aya se presentó indignada en la habitación de las tres chicas. Había tenido un encuentro en el que los tres guerreros le habían propuesto llevársela a ella y a sus enamoradas a tierras cristianas y casarse una vez hubieran llegado allí.
Una vez escucharon la noticia las tres accedieron sin pensarlo y convencieron a Kadiga para que marchara con ellas. La discreta mujer, que en principio se mostró reacia, acabó aceptando pues ella había nacido cristiana y además prometió a su señora que cuidaría de sus hijas hasta el fin de sus días. A ellos se unió Hussein Baba, pues también era cristiano de nacimiento y quería regresar a su hogar tras muchos años de ausencia.
Unas noches después los tres cristianos acudieron bajo el balcón de las princesas. Estas tiraron una escala para bajar: pronto estuvieron en tierra Zaida, Zoraida, Kadiga y Hussein. Y así llegó el turno de Zorahaida que estuvo titubeando un tiempo hasta que se decidió a poner un pie en la escala. Pero de nuevo le asaltó la duda y comenzó a pensar en cómo se sentiría su padre cuando sus hijas no estuvieran...finalmente volvió al interior de la torre, cortó las cuerdas y ordenó a sus hermanas que huyeran.
Aunque no querían abandonarla, Zaida y Zoraida se vieron obligadas a seguir la orden de su hermana menor. Tras unas horas de marcha el grupo estaba a punto de cruzar un puente que les llevaría a la libertad cuando descubrieron que la orden de alarma había sido dada. Buscaron un vado y cruzaron por un río, pero al salir de este descubrieron que Kadiga, que iba en el mismo caballo que Hussein Baba, había desaparecido... Se sabe de ella que fue recogida por un pescador y llevada a tierras cristianas, donde recibió las mejores atenciones que una anciana puede desear.
De Zorahaida dicen que se arrepintió de no haber huido pues su padre, al descubrir la fuga de sus hermanas, la encerró en la torre y de ella no volvió a salir, pues la pena por abandonar a quienes más quería la llevó a la muerte.
Cuentan que su espíritu estuvo un tiempo en ella hasta que...
¿Pero qué estoy haciendo? Esta es otra historia para la que tendréis que esperar pues Samhain se acerca y otra leyenda que no tiene relación con esta he decidido contar.
P.D.: vuelvo a dar las gracias a Sandra por permitirme poner la foto que ilustra la entrada y recordad que en unos días por nuestro mundo volverán a vagar con libertad aquellos que en su tiempo nos dejaron y no han podido marchar...