A Sandra, reina de la Alhambra. Tu palacio espera impaciente tu llegada a Granada. Gracias por dejarme ilustrar la entrada con una de tus fotos.
Tras la conquista del último reino musulmán hispano la hermosa Alhambra fue cayendo en el olvido. Aquellos que durante siglos moraron en ella la abandonaron, bien porque preferían un futuro mejor, bien porque fueron obligados.
La torre de las Infantas en la que vivieron Zaida, Zoraida y Zorahaida, quedó vacía y sólo pequeños animales se atrevían a entrar, pues corría el rumor de que el espíritu de la última de las hermanas todavía moraba allí y de vez en cuando hacía sonar su laúd de plata.
El tiempo pasó y la dinastía de los Austrias dio pasó a la de los Borbones. Sabido es por muchos, que Felipe V, primer monarca de esta casa, se casó en segundas nupcias con la princesa Isabel de Parma.
Quiso el destino que Granada fuera una de las ciudades que recibió al fastuoso cortejo en el que viajaba un joven paje llamado Ruiz de Alarcón, que además de contarse entre los favoritos de la reina, era el guardián de su ave preferida.
Un día paseaba por el Generalife en compañía del milano cuando de pronto este se lanzó a por un ruiseñor, mas el pequeño pájaro consiguió escapar y se introdujo en la torre, seguido de la rapaz.
Mil veces maldijo el paje al maldito animal pues ahora tendría que encontrar la manera de poder entrar en aquel lugar: cuando llegó ante la puerta y observó por la cerradura, descubrió con sorpresa que la torre parecía estar habitada. Llamó con suavidad y creyó ver cómo una joven se asomaba por un ventanuco. Esperó a que abrieran pero nada ocurrió y comenzó a pensar que la muchacha podría tratarse de una de aquellas princesas de las que hablaban las leyendas.
Llamó una segunda vez y tras una breve pausa, la misma joven se volvió a asomar. Ruiz de Alarcón comenzó a hablar con ella e intentó hacerla bajar, pero esta advertida por su vigilante tía, de que no debía tratar con caballeros, se negó en rotundo. El paje le explicó con astutas palabras qué hacía allí y consiguió convencerla de que si no recuperaba el milano, la reina le castigaría.
Conmovida por sus palabras, la muchacha, de nombre Jacinta, abrió las puertas de la estancia: si Ruiz de Alarcón se había quedado prendado de su rostro, al contemplarla por entero cayó enamorado por completo.
Una vez dentro marchó a por el animal mientras la joven esperaba sentada en una fuente situada en el centro de la habitación. La casualidad hizo que perdiera su pañuelo y antes de que pudiera recogerlo, el paje se lo ofreció: cuando se lo iba a entregar, le dio un apasionado beso en la mano, que hizo que Jacinta se ruborizara.
Durante un tiempo conversaron hasta que la joven oyó llegar a su estricta tía y obligó al muchacho a marchar. Este afirmó que no se movería de donde estaba hasta que no recibiera la rosa que ella llevaba en su pelo: sin vacilar se la dio y él marchó llevando consigo el corazón de la muchacha. Cuando llegó su tía Fredegunda y preguntó por qué había tanto desorden recibió como respuesta que un milano había perseguido a su ruiseñor por toda la habitación.
Cierto tiempo estuvo la corte en Granada mas Felipe V interrumpió su estancia sin explicación. Fredegunda vio partir las largas columnas de gente pero cuando volvía a la torre, descubrió que su sobrina hablaba con un joven, que marchó en cuanto escuchó sus pasos. La mujer que nada sabía de esto pronto conoció toda la historia por boca de la apenada Jacinta, que lamentaba no volver a ver jamás a su paje.
Pasaron los meses y la pobre muchacha se sumió en un terrible estado de melancolía. Su tía ya le había advertido de que no debía fiarse de los varones, y muchos menos, enamorarse. Una noche de verano, cuando todos dormían, la joven se sentó en la fuente donde recibió el beso de Ruiz de Alarcón y sus juramentos de fidelidad eterna, y comenzó a llorar: repentinamente sus aguas se agitaron y de ellas surgió la figura de una hermosa joven ricamente vestida con ropas moras.
Tan aterrada estaba Jacinta que huyó y no volvió al salón en toda la noche. A la mañana siguiente, contó su historia a su tía quien le dijo que todo sería producto de su imaginación pues habría estado pensando en la historia de las tres princesas. La buena mujer se la narró y le reveló que era descendiente del caballero cristiano que amaba a Zorahaida.
Sin embargo tan convencida estaba de que aquella aparición era real, que decidió regresar esa noche a la fuente. Una vez más las aguas se volvieron a agitar y de ellas apareció la misma figura: se trataba del espíritu de la joven Zorahaida, que no podía descansar en paz pues había abandonado a su amado y aunque en el fondo de su corazón se sentía cristiana, le habían faltado las fuerzas para confirmar su fe y su amor. La princesa le reveló que sólo se salvaría si un cristiano de corazón puro la bautizaba y le pidió a ella que le ayudara. Sin dudar lo hizo: Zorahaida sonrió con dulzura, dejó caer su laúd de plata y por fin descansó.
Aunque apenas pudo dormir y todo le pareció un sueño, Jacinta comprobó que lo había vivido era verdad al ver el laúd. Corrió a contarle la historia a su tía, y si tenía alguna duda, pronto se disipó al escuchar el mágico instrumento. De aquel día en adelante comenzó a correr la voz por Granada de que en la Alhambra había una joven capaz de conmover al más duro con la música de un laúd y poco tiempo después su fama se extendió por toda Andalucía.
Mientras en la corte, Felipe V sufría imaginarias enfermedades que sólo tenían curación gracias a la música: el famoso Farinelli fue un remedio eficaz al principio, pero el rey volvió a empeorar y ni siquiera el conocido castrati pudo ayudar al monarca.
A oídos de la reina llegó la noticia de que en Andalucía había una joven trovadora que tenía encandilado a todo aquel territorio y que era conocida como la Rosa de la Alhambra.
En la fastuosa morada de los reyes se presentó la muchacha y a una oscura sala fue conducida. En ella había un ataúd en el que estaba tumbado el rey como si de un cadáver se tratase: la Rosa comenzó a tañer y tan pronto como la mágica melodía llegó a oídos del Borbón, este se levantó y pidió una espada.
Al acabar su actuación la Rosa de la Alhambra dejó caer su laúd: ante ella estaba su amado, que no había podido regresar a Granada porque su padre no le permitía contraer matrimonio con alguien de condición social más baja, pero las palabras de la reina bastaron para convencerle de que debía permitir el casamiento.
Así pues, Ruiz de Alarcón y Jacinta celebraron su boda. Según cuentan el laúd permaneció durante un tiempo en la nueva familia, pero Farinelli celoso de la fama que había perdido lo robó y lo llevó a Italia. A su muerte, el mágico instrumento cayó en otras manos que desconocían su poder y colocaron sus cuerdas en un viejo violín de Cremona…
Dejad que os cuente un secreto. Ese viejo violín que durante mucho tiempo embelesó al mundo entero no es otro que el del compositor Paganini!!! Mas ahora os pido un favor…no se lo contéis a nadie pues de vosotros depende que ese instrumento siga existiendo.
Tras la conquista del último reino musulmán hispano la hermosa Alhambra fue cayendo en el olvido. Aquellos que durante siglos moraron en ella la abandonaron, bien porque preferían un futuro mejor, bien porque fueron obligados.
La torre de las Infantas en la que vivieron Zaida, Zoraida y Zorahaida, quedó vacía y sólo pequeños animales se atrevían a entrar, pues corría el rumor de que el espíritu de la última de las hermanas todavía moraba allí y de vez en cuando hacía sonar su laúd de plata.
El tiempo pasó y la dinastía de los Austrias dio pasó a la de los Borbones. Sabido es por muchos, que Felipe V, primer monarca de esta casa, se casó en segundas nupcias con la princesa Isabel de Parma.
Quiso el destino que Granada fuera una de las ciudades que recibió al fastuoso cortejo en el que viajaba un joven paje llamado Ruiz de Alarcón, que además de contarse entre los favoritos de la reina, era el guardián de su ave preferida.
Un día paseaba por el Generalife en compañía del milano cuando de pronto este se lanzó a por un ruiseñor, mas el pequeño pájaro consiguió escapar y se introdujo en la torre, seguido de la rapaz.
Mil veces maldijo el paje al maldito animal pues ahora tendría que encontrar la manera de poder entrar en aquel lugar: cuando llegó ante la puerta y observó por la cerradura, descubrió con sorpresa que la torre parecía estar habitada. Llamó con suavidad y creyó ver cómo una joven se asomaba por un ventanuco. Esperó a que abrieran pero nada ocurrió y comenzó a pensar que la muchacha podría tratarse de una de aquellas princesas de las que hablaban las leyendas.
Llamó una segunda vez y tras una breve pausa, la misma joven se volvió a asomar. Ruiz de Alarcón comenzó a hablar con ella e intentó hacerla bajar, pero esta advertida por su vigilante tía, de que no debía tratar con caballeros, se negó en rotundo. El paje le explicó con astutas palabras qué hacía allí y consiguió convencerla de que si no recuperaba el milano, la reina le castigaría.
Conmovida por sus palabras, la muchacha, de nombre Jacinta, abrió las puertas de la estancia: si Ruiz de Alarcón se había quedado prendado de su rostro, al contemplarla por entero cayó enamorado por completo.
Una vez dentro marchó a por el animal mientras la joven esperaba sentada en una fuente situada en el centro de la habitación. La casualidad hizo que perdiera su pañuelo y antes de que pudiera recogerlo, el paje se lo ofreció: cuando se lo iba a entregar, le dio un apasionado beso en la mano, que hizo que Jacinta se ruborizara.
Durante un tiempo conversaron hasta que la joven oyó llegar a su estricta tía y obligó al muchacho a marchar. Este afirmó que no se movería de donde estaba hasta que no recibiera la rosa que ella llevaba en su pelo: sin vacilar se la dio y él marchó llevando consigo el corazón de la muchacha. Cuando llegó su tía Fredegunda y preguntó por qué había tanto desorden recibió como respuesta que un milano había perseguido a su ruiseñor por toda la habitación.
Cierto tiempo estuvo la corte en Granada mas Felipe V interrumpió su estancia sin explicación. Fredegunda vio partir las largas columnas de gente pero cuando volvía a la torre, descubrió que su sobrina hablaba con un joven, que marchó en cuanto escuchó sus pasos. La mujer que nada sabía de esto pronto conoció toda la historia por boca de la apenada Jacinta, que lamentaba no volver a ver jamás a su paje.
Pasaron los meses y la pobre muchacha se sumió en un terrible estado de melancolía. Su tía ya le había advertido de que no debía fiarse de los varones, y muchos menos, enamorarse. Una noche de verano, cuando todos dormían, la joven se sentó en la fuente donde recibió el beso de Ruiz de Alarcón y sus juramentos de fidelidad eterna, y comenzó a llorar: repentinamente sus aguas se agitaron y de ellas surgió la figura de una hermosa joven ricamente vestida con ropas moras.
Tan aterrada estaba Jacinta que huyó y no volvió al salón en toda la noche. A la mañana siguiente, contó su historia a su tía quien le dijo que todo sería producto de su imaginación pues habría estado pensando en la historia de las tres princesas. La buena mujer se la narró y le reveló que era descendiente del caballero cristiano que amaba a Zorahaida.
Sin embargo tan convencida estaba de que aquella aparición era real, que decidió regresar esa noche a la fuente. Una vez más las aguas se volvieron a agitar y de ellas apareció la misma figura: se trataba del espíritu de la joven Zorahaida, que no podía descansar en paz pues había abandonado a su amado y aunque en el fondo de su corazón se sentía cristiana, le habían faltado las fuerzas para confirmar su fe y su amor. La princesa le reveló que sólo se salvaría si un cristiano de corazón puro la bautizaba y le pidió a ella que le ayudara. Sin dudar lo hizo: Zorahaida sonrió con dulzura, dejó caer su laúd de plata y por fin descansó.
Aunque apenas pudo dormir y todo le pareció un sueño, Jacinta comprobó que lo había vivido era verdad al ver el laúd. Corrió a contarle la historia a su tía, y si tenía alguna duda, pronto se disipó al escuchar el mágico instrumento. De aquel día en adelante comenzó a correr la voz por Granada de que en la Alhambra había una joven capaz de conmover al más duro con la música de un laúd y poco tiempo después su fama se extendió por toda Andalucía.
Mientras en la corte, Felipe V sufría imaginarias enfermedades que sólo tenían curación gracias a la música: el famoso Farinelli fue un remedio eficaz al principio, pero el rey volvió a empeorar y ni siquiera el conocido castrati pudo ayudar al monarca.
A oídos de la reina llegó la noticia de que en Andalucía había una joven trovadora que tenía encandilado a todo aquel territorio y que era conocida como la Rosa de la Alhambra.
En la fastuosa morada de los reyes se presentó la muchacha y a una oscura sala fue conducida. En ella había un ataúd en el que estaba tumbado el rey como si de un cadáver se tratase: la Rosa comenzó a tañer y tan pronto como la mágica melodía llegó a oídos del Borbón, este se levantó y pidió una espada.
Al acabar su actuación la Rosa de la Alhambra dejó caer su laúd: ante ella estaba su amado, que no había podido regresar a Granada porque su padre no le permitía contraer matrimonio con alguien de condición social más baja, pero las palabras de la reina bastaron para convencerle de que debía permitir el casamiento.
Así pues, Ruiz de Alarcón y Jacinta celebraron su boda. Según cuentan el laúd permaneció durante un tiempo en la nueva familia, pero Farinelli celoso de la fama que había perdido lo robó y lo llevó a Italia. A su muerte, el mágico instrumento cayó en otras manos que desconocían su poder y colocaron sus cuerdas en un viejo violín de Cremona…
Dejad que os cuente un secreto. Ese viejo violín que durante mucho tiempo embelesó al mundo entero no es otro que el del compositor Paganini!!! Mas ahora os pido un favor…no se lo contéis a nadie pues de vosotros depende que ese instrumento siga existiendo.
Preciosa historia, me ha encantado, parece que el amor puede con todo, hasta con el paso del tiempo.
ResponderEliminarGracias pequeño ser de las leyendas y besitos virtuales. Diría que me gusta la imagen, pero no quedaría bien...
Me encantan los romances de final feliz!!
ResponderEliminarMe gusta que las historias acaben bien.
ResponderEliminarSinceramente emocionante, magnífica!!!
ResponderEliminarPreciosa, espero que disfrutes del palacio.
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