domingo, 16 de agosto de 2009

El fantasma de Celina


A María y a Goretti que me han estado aguantando durante quince cortos días. NOS VEMOS!!!! También a Sandra, que ha sido esta vez mi correctora. GRACIAS!!!

Tal vez en alguna ocasión hayáis oído hablar de El Pueyo de Jaca, una bonita localidad situada en el Valle de Tena, Huesca. Rodeada de un hermoso entorno natural es el típico pueblo de montaña, y como muchos otros, tiene una leyenda asociada a él.

A mediados de siglo XIX tuvo lugar un acontecimiento extraordinario en el lugar: unos marqueses habían tenido dos hijos gemelos a los que llamaron Úrbez y Victorián. La alegría inundó la casa pues nadie esperaba su nacimiento.

Para su educación el marqués contrató a la hija de un noble inglés, Celina, que sería la institutriz de los pequeños durante sus primeros años de vida. Pronto la joven se encariñó con ellos y se convirtió en algo más que una niñera, porque los trataba como si fueran sus propios hijos. Pero la alegría pronto se truncó.

El día de Todos los Santos, Celina ofreció un concierto para la aristocracia local en el que interpretó la "pavana para una infanta difunta" de Ravel, su pieza favorita. Tras ello, se aseó y salió a dar una vuelta con los niños. Pasaron por el jardín y llegaron a la confluencia de los ríos Caldarés y Bolatica.

Se sentó en un roca y se puso a leer dejando a los pequeños en su cochecito... Inexplicablemente, este comenzó a andar hacia el río, advirtiéndolo la joven demasiado tarde: intentó echar a correr hacia ellos, pero parecía que la roca la sujetaba y no consiguió salvarlos. 

Desesperada y sin saber qué hacer, se arrojó al río...sus cadáveres fueron encontrados tres días más tarde aguas abajo del río Gállego.

Lo que antes fue una casa solariega es hoy un albergue donde cientos de jóvenes van de campamentos durante buena parte del año...mas nadie pasa allí la noche de Todos los Santos pues cuentan que se puede ver a Celina recorriendo el parque, distintos rincones de la casa y tocando en el piano su pieza favorita...

martes, 11 de agosto de 2009

Doña Blanca, la dama errante de Albarracín


A Belén, defensora de Teruel y toda su provincia dentro y fuera de ella. MUCHAS FELICIDADES Y DISFRUTA DE LOS 21 AÑOS!!!!!

Si conocéis la provincia de Teruel es muy posible que hayáis oído hablar de una de sus localidades más hermosas: Albarracín. Este lugar, que fue feudo de los Banu Razín en tiempos de la dominación islámica, y más tarde de la familia Azagra, es una ciudad que conserva su trazado medieval prácticamente completo.

En parte sur del peñón sobre el que está asentada, existe un torreón que estaba destinado a la vigilancia de una parte del lugar, y que los habitantes llaman "Torre de Doña Blanca".

Doña Blanca era la hermana menor de un príncipe heredero al trono de Aragón. Su figura era conocida por todo el reino, pues se decía de ella que era muy humilde y que poseía un corazón enorme. Incluso los nobles de las principales casas se disputaban su mano porque era una mujer de extraordinaria belleza.

Sin embargo la esposa de su hermano estaba celosa de la joven pues no recibía las mismas atenciones que ella, a pesar de ser alguien más importante.

Cuando el príncipe subió al trono, Doña Blanca permaneció en la corte junto a su madre, mas los nobles, conocedores del odio que le tenía la nueva reina, le aconsejaron que huyera a Castilla cuanto antes para ponerse a salvo.

Camino del reino vecino, la joven y su corte hicieron una parada en la villa de Albarracín, señorío de la familia Azagra. Las gentes la recibieron con gran alegría pues hasta ellas habían oído hablar de sus virtudes.

Trascurridos unos días, los habitantes esperaban impacientes volver a ver a la princesa en su marcha hacia Castilla. Mas el tiempo pasó y la comitiva regresó a Aragón, pero a Doña Blanca jamás la volvieron a ver...

El pueblo empezó a pensar que había muerto de pena al verse obligada a abandonar el reino y que había sido enterrada en una de las torres de la muralla. Pero nadie supo qué pasó en realidad, pues los Azagra nunca revelaron el secreto.

Cuentan los habitantes de Albarracín que todas las noches de luna llena durante el verano, cuando las campanas de la iglesia de Santa María tocan a medianoche, se puede ver la figura de una mujer que baja a bañarse al río Guadalaviar y que desaparece una vez llega a este para no ser vista hasta el siguiente plenilunio. Es el espíritu de Doña Blanca, que vaga errante de pena por la ciudad que la vio morir...




sábado, 1 de agosto de 2009

La fundación de San Juan de la Peña


A mi hermano Carlos, que una vez más ha vuelto a ser mi corrector, y a María, que se reía mientras miraba como me corregía. GRACIAS!!!

Tal vez lo hayáis oído nombrar e incluso puede que lo hayáis visitado...el monasterio de San Juan de la Peña, es uno de los lugares más vinculados a los inicios del Reino de Aragón. Su singular nombre lo debe a que está edificado justo debajo de una gran roca, que durante siglos ha sido a la vez su protectora y su destructora.

Este enclave, que posiblemente ha sido testigo de cultos a la naturaleza antes de la dominación cristiana, es el escenario de una leyenda unida a una parte del pequeño Condado de Aragón.

Cuentan que un joven zaragozano, llamado Voto, se encontraba de caza por aquellos montes, cuando de pronto vio un ciervo en la lejanía. Sin pensarlo dos veces, corrió tras el animal, que en su huida cayó por un precipicio.

Voto, viendo que iba a caer detrás de él, se encomendó con todas sus fuerzas a San Juan Bautista. Milagrosamente, las patas traseras de su caballo quedaron firmemente sujetas a la roca. Bajó de su corcel y se puso a rezar, agradeciendo al santo que le salvara la vida.

Otra versión dice que jinete y caballo se precipitaron tras el ciervo, y que mientras caían, el joven rezó a San Juan. El milagro se produjo cuando ambos se posaron suavemente en el suelo sin sufrir ningún daño.

Tras lo ocurrido, Voto decidió explorar el lugar en el que cayó el ciervo, y descubrió una cueva. Entró en ella y, para su sorpresa, encontró el cadáver incorrupto de un ermitaño y una inscripción que decía así:

"Yo, Juan, primer anacoreta de este lugar, habiendo despreciado el siglo por amor de Dios fabriqué, según alcanzaron mis fuerzas, esta iglesia en honor de San Juan, y aquí reposo"

Después de enterrar al anacoreta, Voto marchó en busca de su hermano Félix. Le contó todo lo que le había pasado y también le mostró sus intenciones de ceder todo lo que tenía a los pobres para retirarse a la cueva. De tal forma se conmovió Félix, que decidió seguirle. Pocos años más tarde se les unieron otros hombres y allí formaron una pequeña comunidad.

Este grupo de gente no podría imaginar que el lugar en el que se establecieron se iba a convertir en uno de los monasterios más importantes de Aragón...

Si alguna vez vais a San Juan de la Peña, subid a la pradera que llaman de San Indalecio, donde se encuentra el Monasterio Nuevo. Buscad el camino que lleva al Balcón del Pirineo, y una vez allí desviaos hacia el mirador de San Voto, pues allí todavía se pueden ver las huellas que las herraduras de su caballo dejaron cuando fue salvado de una muerte segura por San Juan...